Fue un momento importante en la relación de EE. UU. y América Latina, porque el presidente Kennedy de veras quería hacer algo diferente, cambiar la manera en que EE. UU. se relacionaba con Latinoamérica. Cuando Kennedy presenta la Alianza para el Progreso, dice: "Miren: no necesariamente hemos sido los mejores vecinos. Ha habido veces en que hemos sido mejores que en otras; no siempre entendimos que los países de América Latina comparten con EE. UU. este sueño por la democracia y por la dignidad del ser humano, y sí, hemos sido mandones y controladores, y no siempre actuamos como la guía moral del continente, pero queremos cambiar eso".
Creo que fue bienintencionada. Hubo gente crítica y eso tiene cierta lógica, por la fuerte presencia previa de EE. UU., pero, en general, fue bien recibida, y eso fue porque Kennedy era sincero. Claro, él no actuaba en América Latina solo por el puro deseo de ayudar, no era caridad. Le preocupaba el avance del comunismo, le preocupaba Castro y que la falta de desarrollo económico en la región llevara a una mayor simpatía por Cuba. Pero, genuinamente, quería desarrollo y progreso, hay algo verdadero en eso.