Durante la segunda restauración absolutista -conocida por los liberales como la "Década ominosa" (1823-1833) y que constituye el último periodo del reinado de Fernando VII- los absolutistas se dividieron entre absolutistas "reformistas" -partidarios de "suavizar" el absolutismo siguiendo las advertencias de la Santa Alianza, cuya intervención militar mediante los Cien Mil Hijos de San Luis había puesto fin en 1823 a la breve experiencia de monarquía constitucional del Trienio Liberal- y los absolutistas "apostólicos" o "ultraabsolutistas" que defendían la restauración completa del absolutismo, incluyendo el restablecimiento de la Inquisición que el rey Fernando VII, aconsejado por los "reformistas", no había repuesto tras su abolición por los liberales durante el Trienio. Los "ultras" tenían en el hermano del rey, Carlos María Isidro -heredero al trono porque Fernando VII después de tres matrimonios no había conseguido tener descendencia- a su principal valedor, y por eso comenzaban a ser llamados "carlistas".