La paz, la convivencia social, la tolerancia, el respeto por la diferencia y la no
violencia, son expresiones sinónimas de un anhelo humano que muchos han
calificado de utopía.
Resulta apenas comprensible que se emplee el término utopía y se llame románticos a
aquellos que insisten en encontrar caminos viables para la convivencia cuando
tenemos guerras detrás de nosotros, vivimos una guerra no declarada en el presente
en nuestra patria y múltiples conflictos bélicos en Europa y en distintas regiones del
planeta. En una esfera más próxima encontramos, si no la muerte física, sí la
aniquilación simbólica del otro como la mejor forma de resolver los conflictos y las
diferencias cotidianas. Esto es común en las parejas y en las familias, al interior de las
instituciones y en la calle, y es una práctica social que no excluye edades, estratos
socioeconómicos, partidos políticos, niveles de formación académica, ni corporaciones
públicas o gubernamentales.
La dualidad del ser humano: Agresividad y convivencia.
Son muchos los que han invertido su capacidad científica para explorar la agresividad y
la violencia humana y han generado teorías de amplio reconocimiento, pero al mismo
tiempo han mostrado una visión tristemente desesperanzadora. Konrad Lorenz (1)
afirma que la agresión la produce en forma continua y espontánea el hombre en su
cerebro, y que es herencia de nuestros antepasados animales y su monto va
aumentando sin cesar si no se le abre la válvula de salida. Si se le da una
oportunidad, se proyecta al exterior, pero si las oportunidades son muy escasas o no
existen, la agresión acumulada termina por producir un estallido. El hombre no puede
dejar de cometer, después de un cierto tiempo, actos agresivos, porque en él se va
acumulando la energía agresiva. Esta teoría la denominó Fromm, la teoría hidráulica;
cuanto más aumenta la presión, tanto mayor es la probabilidad de que el agua o el
vapor terminen estallando.
Otra de las teorías del instinto agresivo innato fue la de Freud quien consideraba que
en cada ser humano coexisten dos instintos, el de vida y el de muerte. El impulso de
muerte se expresa dirigiéndose hacia afuera y se manifiesta como destructividad, o
hacia adentro, y entonces aparece como una fuerza autodestructiva, que lleva a la
enfermedad, al suicidio, o mezclada con impulsos sexuales, al masoquismo. El instinto
de muerte en la interpretación que Fromm hace de la teoría psicoanalítica es algo
innato en el hombre; no está condicionado por las circunstancias, no hay nada que lo
produzca, sino que al hombre sólo le cabe propiamente elegir
entre dirigir ese instinto de aniquilación y muerte contra sí mismo o contra otros. Y con
esto debe enfrentar una elección realmente trágica.
Erich Fromm (2) afirma que el ser humano es mucho más destructivo y cruel que el
animal. El animal no es un sádico, no es hostil a la vida; considera igualmente que la
historia humana es un documento de la inimaginable crueldad y la extraordinaria
destructividad del hombre. La agresividad, asegura, es una posibilidad que reside en el
ser humano, en todos nosotros, y que se manifiesta cuando uno no se ha desarrollado
de una manera más adaptada y madura.
A pesar de la dureza de las afirmaciones de Fromm, su conclusión es menos taxativa
en cuanto presenta la agresividad humana como posibilidad y condiciona su expresión a
la falta de desarrollo y madurez de la persona.
Espero Que Te Sirva