Hay dos razones fundamentales por las que es necesario utilizar
un nombre científico (que sigue unas reglas concretas) para designar a las
especies.
En primer lugar, porque un nombre científico permite identificar
a las especies universalmente. En el argot o lenguaje común, pueden existir
diferencias culturales que haga que a las especies se les llame de manera
diferente entre los distintos países, y eso complicaría mucho su estudio o el
traspaso de información. Sin embargo, gracias al uso de la taxonomía y
específicamente la nomenclatura que define una serie de reglas para crear los
nombres científicos en cada disciplina (establecido en el Código Internacional
de la Nomenclatura), cada especie posee un nombre científico único con el que
se le puede identificar en todo el mundo.
En segundo lugar, el uso de un nombre científico para las
especies permite sintetizar información respecto al reino, tipo, clase, orden,
familia y género de la especie. De esa manera, con el nombre científico ya hay
información importante sobre la clasificación de esa especie y con ello se
facilita su estudio.