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I. ESBOZO HISTÓRICO.Es sabido que Aristóteles llamó Philosophia próte a la ciencia primera y universal, en la que estarían radicadas filosofías particulares o segundas; y que en el siglo I a.C. Andrónico de Rodas ordenó los catorce libros de filosofía primera después de los de Physica, llamándolos por esta razón Metaphysica. Esta palabra hizo carrera en la tradición posterior, quizás porque los temas tratados en ellos eran los más elevados, propios del tercer grado de abstracción. Todavía Descartes en sus Meditaciones de prima philosophia utiliza ambos nombres. Pero entre sus discípulos aparece, en el siglo XVII, otro nuevo: Ontología, cuyo uso fue generalizándose hasta adquirir en el siglo XVIII, con C. Wolff, carta de ciudadanía como sinónimo de Metaphysica Generalis, parte fundamental, en la que se apoyan las metafísicas particulares: la Cosmología, la Psicología y la Teología natural. En nuestro siglo, dos importantes obras han terminado aclimatando el término ontología:Sein und Zeit (1927) de M. Heidegger, en la que se desarrolla una ontología fundamental o analítica del modo del ser del hombre, como vía hacia una ontología fenomenológica universal; y L 'étre et le neant (1943) de J. P. Sartre, cuyo subtítulo reza: Ensayo de ontología fenomenológica.Frente a tales ontologías, que en un momento determinado parecían invadir todo el campo de la filosofía, hubo una fuerte reacción crítica no sólo desde corrientes distintas, cosa comprensible, sino en el ámbito fenomenológico mismo. Baste recordar que dos discípulos directos de M. Heidegger, tan distintos como E. Lévinas y X. Zubiri, afirman, el primero en Totalité et Infini, en 1961, que «la ontología supone la metafísica»; y el segundo, en Sobre la esencia, de 1962, que «el ser es un acto ulterior de la realidad». Más aún, desde su experiencia judía, Lévinas denuncia: «La filosofía occidental ha sido muy a menudo una ontología: una reducción de lo Otro al Mismo, por mediación de un término medio y neutro que asegura la existencia del ser». Ambos relegan la cuestión del ser a un segundo plano, dando primacía a los entes concretos o a lo real. Cabe entonces preguntarse: ¿es lo mismo ontología que /metafísica? Este interrogante y las discusiones que ha desatado, han dejado profunda huella en la más reciente filosofía latino-americana.
gonzap
Cuando referimos a la génesis ontológica de América hacemos alusión a la gestación del ser americano fenoménicamente describible en el existencial concreto actual, pero que solo deviene comprensible a través de la toma en cuenta de al menos tres circunstancias fontales de un proceso en devenir, aún inacabado:a. La existencia de dos modelos de aproximación y avance del europeo a la tierra americana: el modelo sajón y el modelo íbero; modelos que se encuentran en sus consecuencias disgregantes y fracturantes del proceso autóctono de desarrollo que se venía dando en esta tierra, pero que tienen características, motivaciones y metodologías distintas, apoyadas las tres en filosofías diversas que las sustentan;b. El desigual índice de mestización o acriollamiento que experimenta América en los ámbitos influidos por uno u otro proceso; yc. La fractura en el desarrollo socioeconómico de los pueblos que se fueron desplegando  en el continente.Es partiendo de estos supuestos que se puede ahondar en un abordaje teórico de la cuestión ontológica americana, su relación con la ética, la existencia de una fractura ontológica que la autora sitúa en el contexto del sujetoiberoamericano y las consecuencias que en la praxis se manifiestan en este ámbito concreto, que es el objetivo del artículo que analizamos.