Desde que tengo memoria, en mi niñez siempre ha habido 3 grandes figuras que me han servido de ejemplo, y a los que siempre he admirado y he tenido un gran cariño. Estos son: mi madre, mi padre y mi abuelo.
El tener a mis padres como modelos de comportamiento, era algo comprensible y totalmente normal, mas el tener a mi abuelo, no era algo que pudiese decirme todo el mundo.
Mi abuelo, esa persona que había estado conmigo desde el momento en el que nací, que me había apoyado en los momentos más difíciles de mi infancia, y con el que tantos buenos momentos había compartido. Quién no sólo era parte de mi familia, pues siempre le he considerado mi amigo. El más fiel. Con el que siempre había podido contar, en las buenas, y en las malas.
Él siempre se mantenía joven, sano, y con una gran sonrisa en la cara.
Pero todo esto cambió. Yo tenía 10 años cuando le diagnosticaron cáncer de pulmón. A mi corta edad, yo no comprendía esto demasiado bien. Lo único que veía era que envejecía con el paso del tiempo; que ya no pasaba tanto tiempo conmigo; y que esa sonrisa desaparecía, a pesar de que siempre que estábamos juntos, podía divisar una pequeña sonrisa.
Recuerdo que fui a visitarle todas las tardes de los fines de semana, ya que así pasaba más tiempo con él, y cuando no estaba con él, rezaba por su curación, porque aunque los médicos dijesesn que no tenía curación, yo mantenía la esperanza.
'ESPERANZA' eso era lo que me decía él siempre: " nunca pierdas la esperanza ".
Y mi abuelo, tenía razón. Tras 4 años de tristeza, esperanza, y unión de la familia, el tumor desapareció. Por esto, disfruto cada segundo que paso con él, porque nadie sabe lo que le importa una persona hasta que la pierde, y eso es algo que he podido comprobar, con amor, dedicación, y mucha, ¡mucha esperanza.!