Una de las causas de la intervención francesa en México fue la
suspensión del pago de la deuda externa de México. Las potencias
acreedoras, España e Inglaterra además de Francia, apoyadas por los
acreedores internos del gobierno mexicano, decidieron ocupar el
territorio nacional, aunque las dos primeras finalmente desistieron del
propósito. Los conservadores mexicanos apostaron a que con un monarca
extranjero recuperarían su influencia y el clero sus bienes confiscados,
pronóstico que resultó equivocado, pues el emperador Maximiliano
conservó vigentes las Leyes de Reforma.