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En la poesía de Silva, poco conocida ante de su muerte, hay de todo, Campoamor, Bécquer, Bartrina, entre los españoles: Heine, Leopardi, Poe, Baudelaire, entre los de lengua no castellana. Había leído a los principales poetas y prosistas de su época, sin excluir a filósofos como Nietzsche . y Schopenhauer. Pero la impresión que produce su poesía es la de cosa no totalmente lograda. Silva, cuando decidió poner fin a su vida, no había llegado a su madurez. Que la habría alcanzado pronto lo demuestran poemas como Nocturno, publicado dos años antes de su muerte, y revelador de un gran temperamento poético. Por otra parte, como tantos modernistas y en mayor grado que cualquiera de ellos, Silva se sentía acuciado por la búsqueda de forma y modos expresivos originales: “Soñaba en ese entonces con forjar un poema / de arte nervioso y nuevo, obra audaz y suprema...”

José Asunción Silva nace en Bogotá el 27 de noviembre de 1865. Su padre, el costumbrista don Ricardo Silva, gozaba de un posición acomodada. En su casa, convertida en centro de reunión de hombres de letras, la nace la afición a la poesía. Sin terminar estudios secundarios abandona el colegio para ayudar a su padre en los negocios. A los dieciocho años embarca para Europa: Francia, Inglaterra, Suiza. Cuando regresa (1886), los negocios paternos iban de mal en peor. En 1887 queda al frente de la casa comercial por muerte de su padre. Durante siete años lucha inútilmente para sacarla a flote. Al fin, abrumado de deudas, acepta la secretaría de la Legación de su país en Venezuela. Su permanencia en Caracas fue fecunda: contactos con el grupo vanguardista “Cosmópolis”, redacción de poemas., etc. En 1895 regresa a Colombia; quiere reanimar los negocios, pero fracasa. El 24 de mayo de 1896 lo encuentran en su cama con el corazón atravesado por un balazo.

Parecía nacido para toda clase de venturas y anduvo siempre acosado por la desgracia. Gran señor, elegante, culto, la suerte a pesar de ello, le persiguió con encono. Pierde muy joven al padre y a tres hermanos; se hace cargo del negocio familiar y sobreviene la ruina; pone su afecto en una hermana y la ve morir en lo mejor de su edad; y, último eslabón de esta cadena de infortunios, ve desaparecer su obra literaria en un naufragio. Incapaz de resistir más contratiempo. Silva se descerraja un pistoletazo en el corazón a los 31 años de edad. La noche anterior había estado en la consulta de un médico para que le señalase en el pecho el lugar exacto de la víscera, a fin de no errar el tiro.

Un somero análisis de su producción nos señala el camino recorrido desde que empieza a poetizar, a los diez años -Primera comunión data de 1875-, hasta la víspera de su muerte. Las primeras influencias corresponden a Bécquer y a Heine: Estrellas fijas, Crisálidas, Risa y llanto, Notas perdidas. Cae pronto bajo la órbita de Bartrina; en Gotas amargas la huella del poeta catalán es evidente.

En 1883, Silva embarca para Europa, y cuando regresa a Colombia es otro poeta. Nuevas influencias actúan sobre él. La duda se ha convertido en melancolía, en sueño, en tristeza. Silva será ya para siempre, dentro del modernismo, el poeta de la noche. A esta tercera etapa responden sus mejores y más afamadas composiciones: Día de difuntos, Serenata, Ronda, Luz de luna, Nocturno.

No se puede hablar de Silva sin aludir a Nocturno, que se publicó a mediados de 1894, en una revista provinciana,La Lectura , de Cartagena de Indias; y de momento no llamó la atención. Pero la muerte de su autor, dos años más tarde, en las trágicas circunstancias ya conocidas, situó su obra en primer plano y destacó entre todo este poema.Nocturno fue aprendido de memoria por los jóvenes aficionados a las letras, no sólo en América, sino de España también, y comentado e imitado de mil maneras. Realmente lo merecía, ya que se trata de algo nuevo en el fondo y originalísimo en la forma.

Lo de menos es la fina sensibilidad que se transparenta en los versos de Nocturno; lo que importa es la música, el ritmo hasta entonces nunca oído, a que va plegándose sin esfuerzo. El cómputo silábico ha sido sustituido por cláusulas rítmicas de igual extensión, con el acento incidiendo siempre, o casi siempre, en el mismo lugar dentro de cada cláusula. El resultado es un armonía distinta de la que percibimos en el verso corriente. Rubén Darío, Chocano, Nervo, el mismo Gabriel y Galán, tan alejado del modernismo, y cien poetas más se beneficiarán del hallazgo.

De este modo, José Asunción Silva, a la vez que feliz descubridor de nuevas zonas del sentimiento, se nos revela como un revolucionario del verso. Y como decía el poeta, en aquella bellísima estrofa de Nocturno: “Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba / tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas, / entre las blancuras níveas / de las mortuorias sábanas. / Era el frío del sepulcro, era el hielo de la muerte, / era el frío de la nada